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martes, 18 de agosto de 2015

El trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo en los niños

En los últimos años, la cantidad de niños que han sido diagnosticados con un trastorno bipolar ha aumentado. De hecho, se estima que entre el 1 y el 2% de los niños padece este problema. Sin embargo, hay ocasiones en que los síntomas no corresponden por completo a un trastorno bipolar, en ese caso, se hace referencia al trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, una nueva categoría propuesta en el DMS-5 para indicar los cuadros en los que predomina la irritabilidad.

Se trata de una especie de “enfado crónico”, un estado de ánimo que se mantiene durante la mayor parte del día y que hace que los niños tengan accesos de cólera, que se pueden manifestar de forma agresiva, ya sea rompiendo y tirando objetos o arremetiendo contra las personas que se encuentran a su alrededor o haciéndose daño a sí mismo. Este trastorno es más frecuente en los varones y su curso dependerá de muchos factores, entre ellos el diagnóstico y el tratamiento temprano.

Los estudios realizados sobre el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, no desvelan un patrón hereditario. De hecho, se ha apreciado que solo el 2,7% de los niños con este problema tienen algún padre que padece un trastorno del estado de ánimo.


Los síntomas del trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo


Este trastorno se puede diagnosticar en los niños o adolescentes de hasta 19 años de edad, y se caracteriza por:

- Accesos de cólera graves y recurrentes, que pueden manifestarse de forma verbal o comportamental, y que se consideran completamente desproporcionados respecto a la causa que los provoca. Son comunes las rabietas y/o la agresión, ya sea a las personas o a la propiedad. 

- Los accesos de cólera no se corresponden con la edad de desarrollo, lo cual significa que en su base existe una incapacidad para poner en práctica los mecanismos de control del comportamiento que se espera el niño haya desarrollado al alcanzar determinado nivel de madurez. De hecho, este diagnóstico es improcedente en niños de menos de 6 años de edad.

- Los accesos de cólera son frecuentes y se producen, como media, tres o más veces a la semana.

- Entre los accesos de cólera, el niño mantiene un estado de ánimo irritable e irascible, que puede ser notado por las personas que le rodean.

En lo que respecta al tiempo, para realizar el diagnóstico del trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, es necesario que estos síntomas se hayan manifestado durante más de un año, periodo a lo largo del cual, ese estado de ánimo debe haberse mantenido al menos durante tres meses consecutivos. Además, los síntomas se deben manifestar en diferentes contextos, como en la casa, la escuela y con los compañeros.

¿Cómo se comporta el niño con un trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo?


El niño con este problema suele explotar ante cualquier situación, sobre todo aquellas que generan un sentimiento de frustración. En ese caso, pueden tener rabietas, proferir malas palabras, actuar de forma violenta contra las personas que se encuentran a su alrededor y romper o tirar cosas. 

También se le nota visiblemente irritado, cualquier situación, por nimia que sea, puede desencadenar una respuesta desproporcionada, por lo que los padres suelen tener la sensación de que caminan sobre cristales ya que no saben cuándo ocurrirá el próximo acceso de cólera ni qué lo desatará.

Lo más usual es que el trastorno comience antes de los 10 años, aunque sus síntomas variarán a medida que el niño crezca. No obstante, se estima que aproximadamente la mitad de los niños con este problema, seguirá sufriéndolo después de los años. Aún así, el peor pronóstico es para los niños que desde edades muy pequeñas han manifestado un temperamento irritable.

¿Cuándo la irritabilidad se convierte en un trastorno?


Se estima que aproximadamente el 81% de los niños de menos de 6 años tienen rabietas. Aproximadamente el 20% de estos casos, llegan a presentar episodios de irritabilidad severos y recurrentes. ¿Cuándo se convierte esa irritabilidad en un trastorno psicológico?

Lo usual es que a medida que el sistema nervioso madure, el niño sea capaz de gestionar mejor su comportamiento, que aprenda a lidiar con la frustración y que le dé una salida más asertiva a las emociones negativas. Sin embargo, algunos niños no lo logran, entonces se puede instaurar el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo.

De hecho, se ha apreciado que estos niños tienen dificultades para reconocer las emociones en los rostros de las personas y responden con un estrés significativo ante tareas complicadas. En práctica, estos niños tendrían problemas para reconocer las emociones, tanto las propias como las ajenas, lo cual se ha comprobado con técnicas de resonancia magnética, las cuales han desvelado una activación menor de la amígdala durante las pruebas de reconocimiento de las emociones.

Esa incapacidad para reconocer las primeras señales de las emociones, les impide detenerlas a tiempo, por lo que la frustración y la ira aumentan cada vez más, hasta dar lugar a los accesos de cólera. No podemos olvidar que, al fin y al cabo, la irritabilidad no es más que una consecuencia de la incapacidad para dominar los procesos mentales de atención selectiva, con el fin de inhibir las respuestas desadaptativas ante la frustración.

Así, la irritabilidad que puede ser normal en un niño de 6 años, se convierte en un trastorno cuando sigue siendo la respuesta preferente de un niño mayor. Además, para que la irritabilidad se traduzca en una psicopatología, debe desembocar en accesos de cólera que afectan el rendimiento del niño en diferentes áreas y alteran profundamente la dinámica familiar.

Las consecuencias del trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo


Este problema suele tener repercusiones importantes en la dinámica familiar. Es usual que los padres se sientan desorientados e impotentes, ya que no logran controlar el comportamiento del niño. Por eso, no es inusual que pierdan la paciencia y apliquen castigos desproporcionados, que pueden terminar provocando un comportamiento desafiante y oposicionista. Para estas familias, es difícil encontrar un punto de equilibrio, por lo que su vida cotidiana suele convertirse en una guerra sin cuartel.

El niño que sufre este trastorno también experimenta sus consecuencias. De hecho, debido a su irritabilidad, las relaciones con los compañeros de clase o amigos del vecindario suelen verse afectadas. Además, como tienen una baja tolerancia a la frustración, suelen tener dificultades para progresar en la escuela y les resulta difícil disfrutar en las actividades escolares o familiares en las que participan la mayoría de los niños.

Además, uno de los principales problemas aparejados al trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo es que tiene elevados índices de comorbilidad, lo cual significa que casi nunca aparece solo. De hecho, es frecuente que se solape con el trastorno oposicionista desafiante y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

¿Por qué es tan importante este diagnóstico?


- El diagnóstico confiere un sentido. Cuando los padres viven una situación difícil con sus hijos, poder llegar a un diagnóstico les brinda, de repente, un sentido a todo lo que han vivido, es la respuesta a las preguntas que se han estado haciendo durante años. Les permite comprender qué estaba ocurriendo y, en muchos casos, también resulta un alivio ya que comprenden que no ha sido culpa suya.

- Acceso a un tratamiento más adecuado. Con la inclusión de esta nueva entidad, se evita catalogar a niños como bipolares, cuando en realidad no lo son. De esta forma, pueden recibir un tratamiento más adecuado y las probabilidades de superar el trastorno son mayores.



Fuentes:
. www.rinconpsicologia.com
. APA (2014) Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
. Leibenluft, E. (2010) Severe Mood Dysregulation, Irritability, and the Diagnostic Boundaries of Bipolar Disorder in Youths. The American Journal of Psychiatry; 168(2): 129-142.
. Brotman, M. A. et. Al. (2010) Amygdala Activation During Emotion Processing of Neutral Faces in Children With Severe Mood Dysregulation Versus ADHD or Bipolar Disorder. The American Journal of Psychiatry; 167(1): 61-69.

viernes, 14 de agosto de 2015

Trastorno Límite de la Personalidad: no confundir con Trastorno Bipolar

Se ha podido determinar que el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y el Trastorno Bipolar en numerosas ocasiones se diagnostican de forma conjunta en una misma persona (entre un 8% y un 18% de los casos – Paris J. et al, Psychiatry 2007-), aunque sabemos que son entidades clínicas distintas. Un diagnóstico correcto orienta al profesional hacia un tratamiento más efectivo, pero es probable que éste se encuentre ante el difícil reto de diagnosticar adecuadamente estas condiciones, que comparten varias características clínicas.
El TLP puede presenta cuatro tipos de psicopatología principales: perturbación afectiva, impulsividad, problemas cognitivos, e intensos, relaciones inestables. Lo que es más importante en estos casos es averiguar si los patrones de inestabilidad afectiva, impulsividad y relaciones inestables han sido consistentes en el tiempo. Por lo tanto, la obtención de una historia clínica detallada es crucial. Además, las otras características que vemos en el TLP, como la disociación, paranoia y problemas cognitivos, a menudo afectan enormemente el entorno del paciente y, en particular, sus relaciones. Una persona con TLP puede tener antecedentes de deterioro rápido y repentino cuando sus relaciones cambian, como el intento de suicidio después de una ruptura o severos cambios de humor cuando se separa de su familia. Generalmente, cuanto más intensa o significativo es la relación, mayor es el riesgo de estrés crónico y la desregulación del estado de ánimo.
Pero muchas de estas características se observan en pacientes con Trastorno Bipolar, como disforia, hiperactividad, impulsividad, tendencia al suicidio, y los síntomas psicóticos. Como resultado, los pacientes con TLP con este conjunto de síntomas a menudo son mal diagnosticados con el Trastorno Bipolar, posiblemente debido también a la eficacia de los tratamientos psicofarmacológicos para dichos síntomas.
Pero en los TLP los cambios de humor son generalmente de corta duración, duran sólo unas horas y cambian con relativa frecuencia. Por el contrario, los cambios de estado de ánimo en el Trastorno Bipolar tienden a durar varios días o incluso semanas o meses. Otra característica diferenciadora es que los cambios del estado de ánimo en el TLP son por lo general una reacción a un estresante ambiental (como una discusión con un ser querido o una frustración en la sala de espera), mientras que en un Trastorno Bipolar se pueden producir cambios de estado de ánimo sin motivo alguno.
Los pacientes con TLP pueden cambiar rápidamente de la depresión a la ansiedad y la ira, pero estos cambios de humor rara vez implican euforia; más a menudo, los cambios de humor son de sentirse molesto que sentirse “bien”. Asimismo, la ansiedad o la irritabilidad del TLP no debe ser confundido con la manía o hipomanía del trastorno bipolar, que por lo general implica el estado de ánimo expansivo o elevado.
A un nivel más existencial, los pacientes con pacientes de TLPespecialmente jóvenes, a menudo luchan con sentimientos de vacío y falta de valor, dificultades de autoimagen y temor al abandono. Estos síntomas son menos comunes en el Trastorno Bipolar, donde la grandiosidad y la autoestima inflada son comunes, especialmente durante los episodios del estado de ánimo maníaco. Y si bien ambas condiciones pueden incluir una historia de relaciones caóticas, un paciente con TLP puede describir dificultades de relación como la única fuente primaria o de su / su sufrimiento, mientras el paciente bipolar puede verlos como una consecuencia desafortunada de su comportamiento.
El diagnóstico preciso de la TLP y el Trastorno Bipolar en ocasiones puede ser difícil, pero es esencial para un tratamiento adecuado y el resultado óptimo. Las tasas de remisión en el TLP puede ser tan alta como 85% en 10 años (Gunderson et al, Arco Gen Psychiatry 2011), en particular con los tratamientos psicoterapéuticos eficaces. Sin embargo, el Trastorno Bipolar tiende a cronificarse y no remite en la edad adulta.
Fuente: Marta Guerri
www.psicoactiva.com

domingo, 9 de agosto de 2015

Consultar al Psiquiatra no es porque esté "loco"

El psiquiatra es un médico que se dedica a atender  y ayudar a las personas que sufren o padecen diversos trastornos relacionados con la conducta (comportamiento) y las emociones humanas. Es un profesional entrenado para escuchar y comprender a su prójimo sin tener que juzgarlo, utilizando toda la sencillez y calor que se desprende de una relación altamente filantrópica. Lamentablemente se ha venido estigmatizando, de manera ignorante, como “loco”, a aquel individuo que acude a esta consulta.  Por esto se siente mucho temor cuando se piensa en buscar la ayuda de un psiquiatra. A veces, los más “valientes” lo hacen de forma  muy  disimulada  y  con  la  pretensión  que esto sea “muy escondido”. Otros, también consideran que ¿para que voy a donde una persona que seguramente está más “loca o loco” que yo?

Estas circunstancias, incluso, han llevado a caricaturizar  este tipo de consulta o de pronto de aplicarle mucha “trascendencia misteriosa” . Se “dibuja” a un facultativo distante, serio, enojado, de mirada exploradora que interpreta cada gesto, cada movimiento y cada palabra con una sobrada mirada detectivesca y hasta irónica. “El psiquiatra lo sabe todo”. “El esta fuera del bien y del mal”.  Con bastante frecuencia un paciente se siente muy ofendido cuando su médico de cabecera le insinúa que su problema podría ser valorado por un psiquiatra. La reacción inmediata  es “...como se le ocurre...si yo no estoy loco...”. 

Lo que la gente busca es a alguien que lo entienda con toda la confidencialidad y respeto absoluto, sin importar las creencias tanto “espirituales”, “morales” o “doctrínales” porque la comprensión debe estar despojada de todo prejuicio que no contamine esa relación interpersonal. 

El psiquiatra es un ser humano como cualquier otro, dispuesto a brindar toda la ayuda posible con todo el entusiasmo y el afecto, a los pacientes que sufren de tristeza, “de nervios”, de soledad, de incomprensión, de dudas, de inseguridades y miedos, de irritabilidades insostenibles, del “dolor moral”, de infidelidad, de desaliento, del que ha perdido o ha ganado la ausencia de un ser querido y de muchas otras situaciones en la que el individuo se plantea “el no me hallo...no se qué me pasa...no me lo explico...si a mí no me duele nada...todo esta está bien...pero no me siento feliz...no consigo nada...porque los demás están felices y yo no...”. Existe el terapeuta que expande toda su humanidad para encontrar las posibles soluciones a estos problemas. Ese es el  PSIQUIATRA. 

Por todo esto no hay que sentir esa prevención y animadversión si entro al consultorio del médico psiquiatra.Él más que nadie entiende toda esta situación.

Solo se necesita el deseo y las ganas y aplicarle toda la constancia a las terapias.

Esto no es de “locos”; esto es en serio. Es la vida misma con todos sus problemas, retos o desafíos que siempre nos deja muchas enseñanzas.



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Médico Psiquiatra



miércoles, 5 de agosto de 2015

Soy bipolar ¿Puedo tener una relación estable? ¿Cómo lograrlo? ¿Cuándo decir que tengo trastorno bipolar?

El trastorno bipolar es una enfermedad que afecta a las emociones y en consecuencia también interfiere en las relaciones afectivas, favoreciendo o perjudicando su curso.

 Las relaciones de pareja son complicadas para todas las personas, tengan o no un trastorno bipolar. Pero puede ser especialmente difícil enamorarse de una persona con este trastorno. Sin embargo, también puede ser gratificante porque una persona bipolar puede estar más motivada a prevenir recaídas cuando sabe que su pareja será más feliz al verse bien de salud.

  ¿Qué causa el trastorno bipolar?

  Aunque una conexión genética específica al trastorno bipolar no ha sido determinada, los estudios muestran que del 80 al 90 % de las personas que sufren con esta enfermedad tienen parientes con alguna forma de depresión. Es también posible que las personas puedan heredar o puede ser causada por un desequilibrio bioquímico lo cual altera el ánimo de la persona. Éste desequilibrio es a causa de una producción irregular de hormonas o de un problema con ciertos neurotransmisores, los cuales son químicos en el cerebro que actúan como mensajeros a las neuronas cerebrales.

  ¿Cuáles son los síntomas del trastorno bipolar?

El trastorno bipolar es frecuentemente difícil de reconocer y de diagnosticar. Una de las razones es debido a la hipomanía, la cual es una temprana señal del trastorno. La hipomanía puede causar que la persona tenga un alto nivel de energía, pensamientos grandiosos no reales o ideas e impulsividad o comportamiento perturbador y alarmante. Estos síntomas pueden sentirse como algo bueno para la persona, lo cual puede llevarle a que uno niega que existe un problema. Otra razón para la falta de reconocimiento es que el trastorno bipolar puede aparecer como síntomas de otras enfermedades o puede ocurrir con otros problemas como los del abuso de sustancias, comportamiento irregular en la escuela o problemas en su lugar de empleo.

  Ahora bien, existen muchos pacientes que se encuentran sin pareja, y se preguntan ¿Por qué queremos tener pareja?, esto sucede porque muchas personas deciden comenzar una relación porque buscan a esa persona especial con la que compartirán los momentos buenos y malos, con la que disfrutarán de sus fines de semana en el cine, en el teatro o en un restaurante, con la que viajarán y con la que posiblemente hagan planes de futuro y decidan casarse y formar su propia familia. En otras palabras, buscan estabilidad.

  Pero la pareja dudará sobre la posibilidad de encontrar esta estabilidad cuando nota los cambios emocionales y temperamentales de la persona con trastorno bipolar. Por este motivo, es imprescindible que la pareja comprenda cuáles son los síntomas del trastorno y que sea consciente de que, aunque estos cambios no sean voluntarios, la persona intentará evitar recaídas y necesitará apoyo para lograrlo más fácilmente.


  Y al final llega la pregunta del millón... ¿Cuándo decir que tenemos trastorno bipolar? La primera cita podría no ser la ocasión perfecta para admitir que tenemos el trastorno. Esta persona todavía no nos conoce y lo más probable es que tampoco tenga mucha información sobre el trastorno bipolar.

  Es preferible que primero te conozca mejor. También es importante que resuelvas sus dudas y, sobre todo, que no mientas porque la sinceridad es uno de los factores clave para el éxito de una relación.

  Por lo que puedes padecer este trastorno y a la vez mantener una linda relación de pareja, solo es cuestión de que quieras intentarlo. Y si ya la tienes busca todos los días de estar mejor y no afectar a la otra parte con tus cambios de humor. ¡Buena suerte!

Fuente: http://www.elaviso.com/


martes, 4 de agosto de 2015

7 formas de aplicar primeros auxilios emocionales


Cuando alguien sufre una herida inmediatamente desinfectamos y cubrimos con una venda o se  prescriben antibióticos para evitar cualquier infección todo esto sin ser cuestionado, de hecho se discute cuando no se aplican los primeros auxilios cuando son necesarios.  ¿Por qué no sucede lo mismo con nuestra salud mental?,   se cree que solo hay que esperar para superar las heridas psicológicas, cuando cualquiera que haya experimentado el rechazo o agonizado a causa de un fracaso, sabe muy bien que las heridas emocionales pueden ser tan paralizantes como las físicas.
Tenemos que aprender a utilizar herramientas en estos casos, a continuación se abordan siete formas de aplicar los primeros auxilios emocionales según el psicólogo Guy Winch.
  1. Preste atención al dolor emocional – reconocerlo cuando acontece y ayudar a aliviarlo antes que el sentimiento lo inunde todo.

La sensación de dolor evolucionó en el cuerpo para advertirnos de que algo anda mal y tenemos que enfrentarlo, este mismo principio aplica igualmente para el dolor emocional.  Si no superamos un rechazo, fracaso o mal humor, es síntoma que se ha sufrido una herida psicológica y hay que tratarla.
Por ejemplo, la soledad puede ser devastadoramente perjudicial para la salud psicológica y física, de modo que cuando un amigo, un ser querido o nosotros se siente social o emocionalmente aislado, es necesario brindarle apoyo.
  1. Redirigir la reacción visceral cuando se falla.

La naturaleza de las heridas psicológicas, facilita priorizar ciertos aspectos.  El fracaso nos puede llevar tratar de corregir lo que ya no se puede cambiar en lugar de centrarnos en lo que verdaderamente si se puede.  Esta tendencia posiblemente hará que no se rinda al máximo, nos centramos en las deficiencias y entramos en un ciclo repetitivo.
Para detener este tipo de espiral emocional, hay que aprender a ignorar las reacciones “viscerales” post-fracaso de indefensión y desmoralización, realizar una lista de factores que se pueden controlar para intentarlo de nuevo.  Por ejemplo, pensar en la preparación y planificación y cómo se pueden mejorar.  Este tipo de ejercicios reducen los sentimientos de impotencia y mejoran las posibilidades de éxito futuro.
  1. Monitorear y proteger la autoestima, cuando los ánimos bajan es necesario la autocompasión.

La autoestima es como un sistema inmunológico emocional que amortigua el dolor emocional y fortalece la capacidad de recuperación emocional.    Por tal motivo es importante monitorear y evitar decaer en particular cuando ya se está sufriendo.
Una forma de “curar” la autoestima lesionada es practicar la auto-compasión.   Cuando surgen los sentimientos de auto-crítica,  realizar el siguiente ejercicio: imaginar que un amigo querido se siente mal de sí mismo por razones similares, escribir un mensaje expresando compasión y apoyo hacia él.   Luego leer el mensaje, estas palabras son las que deberían darse a sí mismo.
  1. Cuando los pensamientos negativos empiezan a dominar, interrumpir con distracciones positivas.

Al repetir acontecimientos dolorosos en la mente sin buscar una nueva visión o tratar de resolver un problema, se está encubando, en especial cuando se convierte en algo habitual, un dolor psicológico más profundo.
La mejor forma de interrumpir la rumiación insana es distraerse mediante la participación en tareas que requieran concentración (por ejemplo, realizar un Sudoku, completar un crucigrama, tratar de recordar los nombres de compañeros del grado 5).  Los estudios revelan que incluso los dos minutos de distracción reducen la necesidad de centrarse en pensamientos insanos.
  1. Encontrar significado en la perdida

Las pérdidas son parte de la vida, pero pueden dejar cicatrices que nos impiden avanzar si no tratamos las heridas emocionales que genera.    Si ya ha trascurrido suficiente tiempo y todavía se está luchando para continuar adelante después de una pérdida, es necesario introducir una nueva forma de pensar acerca de ello.
Específicamente, lo más importante que se puede realizar para aliviar el dolor y recuperarse es encontrar un sentido en la perdida y los propósitos que de ella se derivan.  Puede ser difícil, pero se puede pensar en lo que se ha obtenido después de la pérdida (por ejemplo, “he perdido a mi esposo, pero me he acercado mucho más a mis hijos”).   Considerar como podría beneficiar o ayudar a otros a obtener una nueva apreciación de la vida o imaginar los cambios que se podría realizar para ayudarle a vivir una vida más acorde con sus propios valores y propósitos.
  1. No permitir que la culpa excesiva persista

La culpa puede ser útil, en pequeñas dosis, alerta a tomar medidas para reparar un problema en la relación con otra persona.    Pero la culpa excesiva es tóxica, ya que malgasta las energías emocionales e intelectuales, distrae de otras tareas e impide disfrutar de la vida.
Una de las mejores formas de afrontar la culpa persistente consiste en ofrecer una disculpa eficaz.  O sea, aunque se halla disculpado con anterioridad, disculparse es un poco más complejo de lo que solemos realizar.   El ingrediente crucial que requiere una disculpa eficaz y del que suelen carecer, es de una “declaración de empatía”.  En otras palabras, las disculpas debería centrarse menos en la explicación de por qué se hizo lo que se hizo y más en cómo las acciones (o inacciones) afectaron a la otra persona.    Es más fácil perdonar a alguien cuando se siente que realmente entiende lo que se siente.  Al disculparse (aunque sea por segunda vez), la otra persona  es mucho más probable que trasmita un auténtico perdón y ayuda a que la culpabilidad se disuelva.
  1. Aprender cuales son los tratamientos efectivos para las heridas emocionales.

Prestar atención a sí mismo y aprender como personalmente afrontamos las heridas emocionales comunes.   Por ejemplo, encogerse de hombros, estar muy molesto pero recuperarse rápidamente, disgustarse y recuperarse lentamente, aplastar los sentimientos, o…?.
Utilice estos conocimientos para ayudarse a entender como los primeros auxilios emocionales pueden funcionar mejor para usted en diferentes situaciones (es como identificar cuales medicamentos para el dolor del botiquín funcionan mejor para uno),  lo mismo ocurre con la construcción de la resiliencia emocional.   Probar diferentes técnicas y averiguar cuáles son más fáciles de poner en práctica y cuales son más eficaces para sí mismo.
Pero sobre todo, adquirir el hábito de tomar nota de la propia salud psicológica de forma regular en particular después de una situación estresante, difícil o dolorosa emocionalmente.
La práctica de la higiene emocional toma algo de tiempo y esfuerzo, pero aumentara realmente la calidad de vida.
Pueden ver la charla completa de  Guy Winch de TED acá.

Fuente: http://www.actualidadenpsicologia.com/

domingo, 2 de agosto de 2015

Depresión y obesidad

Mi padre dejó a mi mamá hace 15 años. Desde entonces está deprimida y engordó 24 kilos. Sólo mira tele, come sin parar y a los 60 años no pone voluntad para cuidarse. Para colmo cree que los remedios para la depresión la engordan. ¿Qué opina? Sabrina J., Goya, Corrientes.

Todas las funciones psicobiológicas del organismo están interrelacionadas en perfecta armonía y, por ese motivo, cuando alguna de ellas se desacomoda inevitablemente involucra a otras. 
Un ejemplo es la relación entre obesidad-depresión. Es por esto que no resultó extraño que en el Congreso Americano de Psiquiatría, realizado en mayo pasado en los Estados Unidos, J. Licinio explicara la necesidad de profundizar la investigación sobre el vínculo entre estas dos enfermedades.
El investigador lo justificó con cinco razones: 1) ambos trastornos frecuentemente coexisten en una misma persona; 2) los estudios epidemiológicos indican que la obesidad produce depresión y la depresión, obesidad; 3) los remedios antidepresivos alteran el metabolismo e inducen aumento de peso; 4) el estrés prolongado suele ser un disparador común de ambas patologías y 5) el alto costo económico que tiene para el paciente, la familia y los servicios de salud.
En tal sentido se destaca la importancia de ciertas hormonas que actúan en el sistema nervioso y participan en la depresión y en la obesidad. Por su importancia, una de ellas es la leptina (de leptos, delgado), hormona que se produce en los adipocitos, las células del tejido graso, y que tiene dos acciones: 1) sobre el estado de ánimo y 2) regular el apetito y la termogénesis, es decir, el proceso por el cual se quema la grasa corporal.
En personas sanas y en condiciones fisiológicas cuando aumenta la grasa en el organismo, en forma paralela se incrementa la producción de leptina, que actúa sobre el hipotálamo, frena el apetito y aumenta el metabolismo. Es la “hormona antiobesidad” y ejerce su acción en lugares específicos (receptores) que existen en el cerebro. Además, tiene efectos tranquilizantes y antidepresivos, por lo cual juega un papel importante para tener un buen estado de ánimo.
Ahora bien, si cuando aumenta la grasa corporal se produce más leptina, ¿por qué las personas con sobrepeso y, en consecuencia, con abundante hormona circulando no pueden reducir la ingesta de alimentos y siguen comiendo más de la cuenta? En realidad no deberían tener hambre, pero lo tienen a su pesar. Y es por la existencia de una falla que se llama “resistencia a la leptina”, ya que los receptores de esta hormona no tienen sensibilidad para reconocerla y, por lo tanto, es como si no existiera. Esto significa que hay mucha cantidad pero su función está muy disminuida, y es una razón de por qué las personas obesas comen de más y no tienen sensación de saciedad. Y lo mismo ocurre con el estado de ánimo. ya que tampoco se ejercen sus acciones antidepresivas y tranquilizantes que, incluso, puede inducir manifestaciones opuestas, es decir, angustia y depresión.
Otras hormonas –los glucocorticoides– elevadas en la depresión también producen aumento de peso. Se suman a esto frecuentes trastornos del sueño nocturno –comunes en gordos y deprimidos– que producen el aumento de otra hormona llamada grelina, que estimula el apetito. 
Por estas y otras razones, exigirles a deprimidos y obesos que pongan voluntad no resulta suficiente para que se recuperen. Deben ser tratados de manera integral.
Fuente: Dr. Norberto Abdala Psiconeuroendocrinólogo. Profesor Titular de Psiquiatría, USAL