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martes, 27 de mayo de 2014

Las enfermedades mentales son tan letales como el cigarro

Las enfermedades mentales matan más personas que el tabaco. Según una investigación realizada en la Universidad de Oxford (Reino Unido), las enfermedades mentales reducen la esperanza de vida entre 10 y 20 años; es decir, una pérdida de años igual o peor que la de los fumadores más adictos. Pero, lamentan los investigadores en un artículo que se publica en "World Psychiatry", la salud mental no tiene la misma prioridad en los programas de salud pública que el tabaco.
El diagnóstico de una enfermedad mental se asocia con una disminución de la esperanza de vida tan grande como fumar 20 o más cigarrillos al día
El trabajo muestra que, por ejemplo, las personas con trastorno bipolar tienen una pérdida de entre 9 y 20 años en su esperanza de vida: de 10 a 20 años en los que padecen esquizofrenia; entre 9 y 24 años los que son adictos a las drogas y alcohol, y alrededor de 7 a 11 años para la depresión recurrente. Por contra, la pérdida de esperanza de vida para un fumador oscila entre los 8 y 10 años. "Hemos encontrado que muchos de los diagnósticos de enfermedad mental se asocian con una disminución de la esperanza de vida tan grande como la vinculada con fumar 20 o más cigarrillos al día", señala Seena Fazel, coordinadora del trabajo.
Consecuencias físicas
La experta recuerda que en las personas con enfermedad mental se dan a veces comportamientos de alto riesgo, sobre todo abuso de drogas y alcohol. Además, añade, "El estigma que rodea a las enfermedades mentales puede hacer que muchas personas no reciban tratamiento".
Por otro lado, muchas de las causas de los problemas de salud mental también tienen consecuencias físicas y no hay que olvidar que las enfermedades mentales empeoran el pronóstico de una serie de patologías físicas, especialmente cardiovasculares, diabetes y cáncer. "Desafortunadamente, muchas personas con trastornos mentales graves no acceden a la asistencia sanitaria", dice la investigadora.
Afortunadamente este escenario puede cambiarse. Actualmente, señala el artículo, existen tratamientos farmacológicos eficaces y psicológicos para los problemas de salud mental y gracias a ellos se podrá mejorar la prestación de salud mental y atención social. "Es preciso que los investigadores, los profesionales y los gobiernos hagan de la salud mental una prioridad mucho mayor para la investigación y la innovación. Se sabe que fumar es un grave problema de salud pública y por ello se han diseñado programas específicos para reducir su consumo: los resultados están a a la visa", indica. Ahora, subraya, "es el momento de hacer esfuerzo similar en materia de salud mental".
FUENTE: ABC España 

viernes, 16 de mayo de 2014

Detectar a tiempo la enfermedad mental - Síntomas iniciales de alarma

Las enfermedades mentales graves como la esquizofrenia o el trastorno bipolar rara vez aparecen de la nada. Cuando comienzan en la adolescencia, en muchos casos son los profesores o los compañeros de clase los que primero detectan que algo no va bien. Los episodios psicóticos pueden desarrollarse muy gradualmente y pueden permanecer sin diagnosticar durante largos periodos de tiempo.
Según explican los expertos de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, según sus siglas en inglés) en la web de la institución (www.psychiatry.orgen la mayoría de los casos, los círculos más cercanos como la familia, los amigos o los profesores e incluso la misma persona en esta situación reconocen que algo no está bien. De esta forma se identifican pensamientos, sentimientos o conductas indicativas antes de que una de estas enfermedades aparezca en su forma completa.
Conocer los síntomas o los signos iniciales de alarma puede conducir a una intervención que podría ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad e incluso retrasar su aparición y desarrollo. En este sentido, la APA señala que si se están produciendo varios de los siguientes signos y síntomas podría estar en desarrollo una enfermedad grave:
  • Aislamiento social reciente o pérdida de interés en los otros.
  • Una inusual disminución del trabajo que se hace en el día a día, en especial en la escuela o el trabajo, como abandonar el deporte, dejar de acudir a la escuela o dificultad en la realización de tareas familiares.
  • Problemas con la concentración, memoria o pensamiento y lenguaje lógicos que son difíciles de explicar.
  • Aumento de la sensibilidad en el sentido de la vista, audición, olor o tacto y evitación de las situaciones en las que existen muchos estímulos.
  • Pérdida de iniciativa o deseo de participar en alguna actividad. Apatía.
  • Una vaga sensación de estar desconectado de uno mismo o de lo que nos rodea. Una sensación de irrealidad.
  • Creencias inusuales y exageradas sobre los poderes personales para comprender el significado o la influencia de acontecimientos. Pensamiento ilógico o 'mágico' típico de la infancia en un adulto.
  • Miedo o sospecha de los otros o una sensación fuerte de nervios.
  • Comportamiento peculiar impropio.
  • Sueño exagerado y cambios en el apetito o deterioro en la higiene personal.
  • Cambios rápidos o exagerados en los sentimientos o labilidad emocional.


Los expertos de la APA señalan que uno o dos de estos síntomas no pueden predecir una enfermedad mental pero si una persona experimenta varios de ellos juntos que le ocasionan problemas graves en su capacidad para estudiar, trabajar o relacionarse con los otros debe acudir a un profesional de la salud mental.
Diagnóstico y supervisión
Los especialistas coinciden en que la persona afectada debería al menos buscar una evaluación diagnóstica realizada por un profesional, recibir información sobre la enfermedad mental y los signos y síntomas a tener en cuenta, recibir consejo y apoyo sobre las actividades diarias y los sistemas para controlar el estrés y mantenerse bajo observación en relación a trastornos que pudieran requerir unos cuidados más avanzados.
Los familiares son compañeros valiosos y deben estar implicados en el tratamiento siempre que sea posible, añaden los especialistas del APA. La educación sobre la enfermedad mental y lo que sucede en el cerebro puede ayudar a los individuos y a sus familias a entender la significación de los síntomas, cómo la enfermedad podría desarrollarse y qué se puede hacer para ayudar, concluyen. Por último, como ejemplo acentúan la importancia de que las familias conozcan el perjudicial papel del estrés como acelerador de los síntomas y los medios para reducirlo.
Fuente: Infosalus/EuropaPress

martes, 13 de mayo de 2014

El 60% de las personas con pensamientos suicidas no recibe tratamiento

El suicidio es una de las 20 causas más importantes de defunción en el mundo para cualquier rango de edad, con un millón de muertes cada año. Este grave problema de salud pública es el motivo de muchos estudios cada año, como los que hoy se publican en la nueva revista The Lancet Psychiatry.

En el primero de ellos, investigadores de la Universidad de Glasgow (Reino Unido) y la Universidad de Harvard (EE UU) han revisado los factores psicológicos que pueden contribuir a un comportamiento suicida, como los tipos de personalidad, factores cognitivos y los acontecimientos vitales negativos.

La revista The Lancet Psychiatry publica para su lanzamiento un especial sobre suicidio. Uno de los estudios recogidos muestra los factores psicológicos que contribuyen a un comportamiento suicida y revela que alrededor del 60% de las personas que piensan en suicidarse o lo han intentado no cuentan con ningún tipo de ayuda.
Según Rory O'Connor, investigador de la institución escocesa, "a pesar de que se han identificado una serie de factores que contribuyen a la conducta suicida, no está claro cómo o por qué estos factores aumentan el riesgo de este comportamiento ni de los elementos que protegen entre aquellos que son vulnerables”.

“Son necesarios estudios adicionales para desarrollar tratamientos psicológicos y eliminar las barreras que conducen a la infrautilización de los recursos de salud mental", añade O’Connor.

Los resultados muestran también que alrededor del 60% de las personas que luchan contra pensamientos o conductas suicidas no reciben ningún tipo de ayuda. “Además, existe relativamente poca evidencia de la efectividad de los tratamientos recibidos por aquellos que sí los siguen”, explican los autores.

Por su parte, Matthew K. Nock, de la Universidad de Harvard, afirma que se han hecho avances significativos en la comprensión de la conducta suicida en los últimos años.

“Ahora tenemos una sólida base de conocimiento, así como algunos nuevos descubrimientos sobre los factores psicológicos que ponen a las personas en riesgo de pensar en el suicidio o que incrementan su probabilidad de actuar”, apunta. “Es muy importante que se invierta en nuevos avances para que disminuyamos el sufrimiento y la pérdida de vidas".

Biomarcadores para predecir el riesgo

Otro de los estudios publicados en el primer número de The Lancet Psychiatry expone una posible interacción entre la predisposición de cada persona, experiencias vitales estresantes y enfermedad psiquiátrica aguda con la conducta suicida.

Kees van Heeringen, investigador de la Universidad de Gante (Bélgica) y John Mann de la Universidad de Columbia (EE UU) han discutido la teoría del estrés-diátesis de suicidio, que explica por qué solo una pequeña minoría de personas está en riesgo de quitarse la vida después de la exposición a este tipo de estrés.

El estudio describe varios factores neurobiológicos que pueden desempeñar un papel en esta predisposición. Por ejemplo, los estudios postmortem y de neuroimagen han identificado los cambios estructurales y funcionales en los cerebros de los individuos con antecedentes de conducta suicida que puede afectar a la regulación del estado de ánimo, la respuesta al estrés y la toma de decisiones.

Estos cambios incluyen déficits bioquímicos en función de la serotonina y el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal (HPA) de respuesta al estrés. Los autores sugieren que estas anomalías podrían utilizarse en el futuro para desarrollar biomarcadores que ayuden a predecir quién está en riesgo de quitarse la vida, y que pueden servir como un objetivo útil para el tratamiento.

Según van Heeringen, "dado que no existen exámenes clínicos fiables para identificar a las personas más predispuestas al suicidio, los biomarcadores genéticos y de imagen cerebral ofrecen prometedoras vías para la detección de individuos de alto riesgo y de los tratamientos más personalizados para la prevención de la conducta suicida".

El impacto del duelo en el suicidio
Las personas afligidas por el suicidio de una pareja o un hijo adulto corren un riesgo significativamente mayor de suicidio en comparación con las personas en duelo después de la muerte repentina por otras causas.

Los hallazgos provienen de una nueva revisión de 57 estudios, publicada en la misma revista, que compararon el efecto de la muerte por suicidio, la salud mental y el funcionamiento social de los miembros de la familia, amigos y otros contactos de los fallecidos en relación con otros duelos repentinos.


Los datos revelan que el impacto psicológico en los otros miembros de la familia también es grave: los niños que pierden a una madre por suicidio tienen un mayor riesgo de depresión, mientras que las personas que pierden a un hijo por esta causa tienen un mayor riesgo de ingreso psiquiátrico debido a una enfermedad mental.
Las personas afligidas por el suicidio de una pareja o un hijo adulto corren un riesgo significativamente mayor de suicidio

Para Alexandra Pitman, autora principal y experta de la Universidad College de Londres, "tras un cálculo aproximado vimos que entre 48 y 500 millones de personas en todo el mundo viven un duelo relacionado con el suicidio cada año. Aunque el impacto del suicidio parece variar de acuerdo con el parentesco, la verdad es que todos los miembros del fallecido son propensos a necesitar apoyo”.


Hasta ahora, las políticas de prevención del suicidio tienden a tratar a las personas afectadas por el suicidio de un conocido como un solo grupo, en lugar de reconocer que las parejas y madres poseen mayor riesgo de suicidio que otros familiares y amigos.

Referencias
Kees van Heeringen, J John Mann. “Suicide 1. The neurobiology of suicide”. Lancet Psychiatry May 2, 2014. http://dx.doi.org/10.1016/S2215-0366(14)70220-2
Rory C O’Connor, Matthew K Nock. “Suicide 2. The psychology of suicidal behaviour”. Lancet Psychiatry May 2, 2014 http://dx.doi.org/10.1016/S2215-0366(14)70222-6
Alexandra Pitman, David Osborn, Michael King, Annette Erlangsen. “Suicide 3. Effects of suicide bereavement on mental health and suicide risk”. Lancet Psychiatry May 2, 2014. http://dx.doi.org/10.1016/S2215-0366(14)70224-X 

Fuente: Agencia SINC

viernes, 9 de mayo de 2014

Novedoso tratamiento de cascos magnéticos para curar la depresión

Ahora, un casco que envía impulsos electromagnéticos ha demostrado ser prometedor, según un estudio hecho en Dinamarca y publicado en la revista Acta Neuropsychiatrica.

La clave está en que el nuevo dispositivo ataca a las células de la sangre que no funcionan bien en el cerebro.

En pruebas clínicas, dos tercios de los voluntarios informaron que sus síntomas desaparecieron y que tras una semana las mejoras en el estado de ánimo eran notables.

El casco se probó en 65 pacientes resistentes a los actuales tratamientos para la depresión.

En los ensayos realizados por el Departamento de Medicina Celular y Molecular de la Universidad de Copenhague y el Centro de Psiquiatría de North Zealand.

Los pacientes continuaron tomando su medicación durante las ocho semanas de la prueba.

“Increíble”

“Se estaban sintiendo bien, estaban funcionando bien, pudieron volver a trabajar”, cuenta Birgit Straaso, jefa médico en Hillerod. 

“El casco es increíble”, dice por su parte Annemette Ovlisen, artista gráfico que durante 16 años sufre de depresión recurrente y participó en la prueba.

“Es como si se hubiera levantado la neblina. Es como si alguien hubiera apretado el botón de reinicio”.

De las cientos de millones de personas que sufren de depresión en todo el mundo, cerca del 30% no responde a la medicación o las terapias psicológicas.
La mayoría de los pacientes del ensayo dijeron que los síntomas de la depresión desaparecieron tras el uso del casco. 

El dispositivo cuenta con siete bobinas que suministran una dosis de campos electromagnéticos pulsátiles transcraneal (T-PEMF) a los tejidos del cerebro.

Los impulsos son tan pequeños que el paciente no puede detectar ninguna sensación, y el único efecto secundario hasta ahora es una pequeña y ocasional náusea que desaparece inmediatamente después del tratamiento.

El profesor Steen Dissing, de la Facultad de Ciencias para la Salud de Copenhague, es el principal arquitecto del casco. “Imita los campos eléctricos en el cerebro y activa el mecanismo de curación del cuerpo“.

Los impulsos activan los capilares del cerebro, que forman nuevos vasos sanguíneos y secretan las hormonas del crecimiento.

“Creemos que la razón por la que funciona tan bien es porque imitamos los signos eléctricos que van al cerebro y descubrimos que estas señales se comunican con los vasos sanguíneos”, explica Dissing. “Y los vasos sanguíneos se comunican con el tejido de la sangre. Descubrimos esa vía de comunicación”.

En la prueba, 34 pacientes recibieron media hora de T-PEMF una vez al día, y 31 pacientes tuvieron dos dosis al día por la misma cantidad de tiempo.

Los especialistas también descubrieron que el tratamiento tenía el beneficio añadido de mejorar la tolerancia de los pacientes hacia los fármacos antidepresivos.

Actualmente están solicitando permiso a la Unión Europea para empezar a comercializar el casco en cuestión de un año, pues consideran que el potencial de demanda es enorme.

Incremento de tasa de depresión

El profesor Steen Dissing señala que el casco activa los mecanismos de curación del cuerpo.
Según la organización Mundial de la Salud, más de 350 millones de personas sufren de depresión y la cifra está en aumento. Especialmente entre las personas mayores, donde uno de cada cinco sucumbe.

Cuando se vuelve crónica, la depresión puede llevar a al suicidio, y eso ocurre en un millón de personas al año.

Es un desarrollo tan importante como excitante pues demuestra que el tratamiento funciona en un nivel aceptable de eficacia y tiene pocos efectos secundarios”, señala.

El especialista agregó que un tratamiento parecido, Estimulación Magnética Transcraneal (TMS), también ha demostrado ser efectivo para la depresión, pero no mucho más que los antidepresivos.

“Las mujeres embarazadas y las madres que dan al pecho que no pueden tomar fármacos pueden encontrar este tratamiento más aceptable, pues utiliza y administra menos electricidad que la TMS”, agregó. “La otra razón por la cual el nuevo tratamiento es teóricamente interesante es que la persona se lo administra sola, la TMS no”.

Sustituto de TEC

El profesor Dissing cree que el casco básicamente puede remplazar las controversial terapia electroconvulsiva (TEC), que desde los años 40 se utiliza para tratar los casos más severos de depresión.
Otros científicos en Dinamarca probarán este casco en pacientes de Parkinson.

Los pacientes de TEC son sedados antes de ser amarrados y sometidos a una dosis de corriente que genera convulsiones que duran de 20 a 50 segundos.

Algunos psiquiatras consideran que el TEC salva vidas, mientras que sus detractores deploran los efectos secundarios como la pérdida de la memoria y, en algunos casos extremos, cambios de personalidad.

El casco danés utiliza una tecnología completamente distinta al TEC y, según el profesor Dissing, no debería compararse.

Colegas de la Universidad de Odense, en el sur de Dinamarca, están tan impresionados con esta invención que este mes realizan un experimento para determinar si el T-PEMF puede tener un impacto positivo en la enfermedad degenerativa de Parkinson.

Se espera que los pacientes vean una mejora de los síntomas como rigidez de las extremidades y temblores.

Por: Malcolm Brabant / BBC Mundo / Fotos: BBC Mundo